Mi abuelo poseía una habilidad innata para hacer pareados y
convertir en jocosa rima cualquier conversación cotidiana. Como todo legado
familiar, lo hemos ido heredando las generaciones venideras –curiosamente sólo
los varones-, pero como en todo legado familiar, hemos ido perdiendo parte de
la fortuna en cada salto dado en el árbol genealógico. De hecho, creo que yo ya sólo he recibido la
capacidad técnica de rimar con cierta ligereza mental, pero no poseo el mayor
tesoro de esta herencia: el sentido del humor y la capacidad de síntesis que contiene
una frase como la que me dijo ayer mi padre entre risas, “Felipe llevaba chaqueta de pana, y Pedro va con mochila de buena
mañana.”
Sólo una mente despierta, ágil, pero sobre todo, a vueltas
ya de la indignación, la frustración y del desvelo, es capaz de resumir tanto
en tan poco sin entrar en cólera. Huelga decir, que de esta manera tan sencilla
mi padre duda, creo que con bastante fundamento, de cuánto hay de real y cuánto de estrategia mediática en la desenfadada
imagen de Pedro Sánchez acudiendo con mochila al Congreso. Sobre decir, que mi padre, y tantos otros, creen estar sufriendo un patético déjà vu.
Porque en el mismo sillón del Congreso en el que aspira a
descansar la mochila deportiva de Pedro Sánchez, descansó un día la chaqueta de pana de Felipe González,
y son muchos los que vieron, los que vivieron, los que sufrieron, la certeza de
comprobar que la chaqueta era de pana, pero comprada en la calle Serrano . Son muchos los que todavía recuerdan
con plenas facultades mentales el engaño que supuso Felipe González. Otros, las
preferencias textiles de Felipe ya las juzgamos desde la historia. Mi
generación no sintió el jarro de agua
fría de la entrada en la OTAN, ni
la falta de agallas para acabar con cualquier tipo de privilegio a la Iglesia Católica y convertir este país
en un país verdaderamente aconfesional;
mucho menos asistimos al comienzo del proceso
privatizador de algunas de las empresas más rentables o estratégicas de
España.
Son muchos los
que todavía vivos, recuerdan la trampa
a la que con maestría fueron dirigidos y somos muchos los que ya, desde el
análisis histórico, hemos comprendido las
consecuencias de la deficiente gestión
Sr. González, los que siempre le
reprocharemos lo que no hizo. Tenía un país emergente, efervescente y el apoyo
de la inmensa mayoría de los españoles; sólo él, y en aquel momento, podría
haber cambiado las estructuras de España desde la raíz, sin embargo, se dedicó
a poner bonita una tierra que ya lo era,
que no necesitaba maquillaje y se olvidó
de curarla por dentro.
Y ahora llega el Sr.
Sánchez y se encuentra con que recibe la herencia fraudulenta y corrupta de
un partido al que la inmensa mayoría miramos
con recelos. Los más viejos afilan sus garras porque ya sufrieron, en sus ingenuas, tiernas y esperanzadas carnes
democráticas, las dentelladas de un lobo
camuflado en la piel de un cordero; y los más jóvenes, porque hoy en día
las argucias mediáticas son de sobras conocidas por el común de los mortales, y
porque las circunstancias nos han llevado a dejar de creer en el sistema político; hemos tenido que dejar de
creer para sobrevivir, para no morir de frustración.
Pero de unos y otros, el denominador común es el miedo: el miedo a
descubrir qué esconde la mochila de Pedro
Sánchez. Porque no tenemos ni fuerzas ni ganas de soportar un desengaño
más. Porque nadie parece atreverse a concluir si hay un farsante disfrazado de político o hay un político encerrado
en el cuerpo de un farsante. Porque
cuando le vemos tirado por el suelo
del plató del Hormiguero, vemos verdad y espontaneidad, y al
menos yo, me siento esperanzado porque un Presiente
del Gobierno tiene que saber tirarse al
suelo y tiene que saber saltar –recuerden
la vergüenza ajena que provocaba ver a Mariano Rajoy saltar en el balcón de
Génova-. Porque cómo va a gestionar una crisis, un ataque militar o un atentado alguien
que no sabe gestionar sus propios complejos, su propio cuerpo… Podrá parecer baladí pero no lo es, el futuro Presidente de España tiene que
ser ante todo un líder con templanza y arrojo, y eso no se aprende en
ninguna Universidad, eso se tiene o no se tiene: es de justicia decir que Pedro Sánchez parece tenerlo a raudales.
Ahora bien, cuando con la que está cayendo, le vemos
adentrándose en terrenos pantanosos y
demagógicos como dejar al país sin ejército -ahora, justo
ahora-, o declarar funeral de Estado las muertes por violencia de género -por
citar alguna perla-: la piel se eriza;
y el frío nos hace recordar nuestras ropas de abrigo, y la mente que es así de caprichosa, sin saber cómo, nos rescata del olvido esa chaqueta de pana que pensábamos
habíamos desterrado por siempre de nuestro armario al baúl de los recuerdos.
Foto original www.abc.es
Como dices, tenemos miedo. Miedo a descubrir que se esconde en los nuevos líderes propuestos. Porque se empeñan en cambiar drásticamente pilares de nuestro sistema económico, político y social, como si fueran erróneos. Cuando lo que ha fallado, en mi opinión, son las personas que lo han gestionado. El libre mercado, la defensa e incluso el sistema político, aunque se pueden revisar, no es el problema.El verdadero problema está en la moralidad de quien los ejecuta y decide sobre su gestión. Lo que deseo no son políticas mejores, sino políticos mejores, que deseen el bien común y trabajen para lograrlo y no su propio bien.
ResponderEliminarQué interesante reflexión Ana R. Tenemos al norte de Europa perfectos ejemplos de lo que tu dices, países que han seguido las leyes del libre mercado, pero regulados y controlados por el civismo de sus ciudadanos.
EliminarMuchas gracias por sumarte a este faro.
Saludos
Rodrigo
Estoy con Ana R.
ResponderEliminarAyer tuvimos dos claros ejemplos de lo que es y en lo que se ha convertido este país. Por un lado el penúltimo (¿cuándo llegará el último?) escándalo político-empresarial, con varios alcaldes y un presidente de diputación detenidos; y por otro la rueda de prensa del marido de la enfermera infectada de ébola.
En ambos casos se demuestra que no falla el sistema, sino las personas. Los políticos. Y que faltan más medios para controlarlos, más contundencia para juzgarlos y mucha más conciencia social en el conjunto de la sociedad.
Paco,qué suerte contar con tus palabras una vez más (gracias, sinceras). Una de las cosas que reprocho a Felipe González (aunque no lo escriba claramente) es no haber trabajado para cambiar las estructuras de España, para convertir este país en el lugar que nos merecemos. Una de las funciones del Estado es la función paternalista, y bajo esta, debería habernos guiado y encaminado como sociedad.
EliminarEn cualquier caso, me siento orgulloso de este país, donde a pesar de todo, seguimos denunciando lo que ocurre sin derramar una gota de sangre.
Saludos Paco!
Gracias a ti, Rodrigo, por tus fenomenales artículos.
ResponderEliminarMi único reproche se refiere a la cantidad. Es una pena, y creo que ya te lo he comentado en alguna otra ocasión, que sean tan escasos. ¡Con uno al mes no es suficiente! ¡Queremos más!
Un abrazo.
Me encanta tu forma de escribir, y lo acertado de tu descripción de la gestión de Felipe González, que "se dedicó a poner bonita una tierra que ya lo era, que no necesitaba maquillaje y se olvidó de curarla por dentro". Brillante...
ResponderEliminarMuchas gracias Olga. Gracias por tus palabras, porque siempre ayudan a seguir caminando y gracias por escribir en este blog y de ese modo hacerlo más rico e interesante.
EliminarEspero seguir leyéndote.
Saludos
R.