Foto: www.ondacero.es
No sé si el optimismo es un regalo, una buena fortuna, un
preciado legado que algunos tienen la suerte de heredar en su testamento
genético, o es una actitud ante la vida.
Pero lo cierto es que en un ejercicio extremo de simplificación, el
mundo se podría separar en dos nuevos hemisferios: el de los optimistas y el de
los pesimistas.
Cierto es que como todo en la vida, tampoco esto es blanco o
negro: hay grises, blancos, blancos rotos e incluso blancos sucios… Es difícil encontrar
una persona cuya piel permanezca impermeable al desánimo durante todo su
caminar. Es difícil porque el camino es
impredecible y caprichoso, y a veces, pone ante nosotros piedras tan grandes
que hasta el más campante mira con recelo y desdén desde abajo, dudoso de si
saltarla o sentarse ahí y como en la poesía de Goytisolo decir: “no puedo más y
aquí me quedo, aquí me quedo”.
Pero asumiendo el hecho incontestable de que existe toda
gama de colores, y que incluso el blanco más puro puede parecer negro cuando la
vida se empeña en apagar todas la luces, no es menos cierto que todos vivimos
rodeados de personas que encuentran una salida en el hueco de una cerradura y personas
que aun teniendo la llave en la mano, sólo ven una puerta cerrada.
El camino que como sociedad llevamos recorrido ha sido duro
y angosto, y el que queda por recorrer no se antoja mucho más liviano. En este
áspero paisaje resulta difícil, casi imposible, mantener el optimismo en todo aquello que a la
vida política concierne.
Sin embargo, como en la vida, o más propiamente dicho, dado
que es parte de la vida, también en política el destino nos regala de vez en
cuando una sonrisa infinita como la de Albert Rivera. Y como ocurre en nuestros
círculos más íntimos, también esta sonrisa tiene defectos y también se puede
llegar a encontrar en ella el reflejo del rostro más triste; y uno, dependiendo
del hemisferio en el que viva, puede decidir obviar las imperfecciones o
convertirlas en el centro de su análisis.
No deben convertirse en el centro del análisis: por egoísmo,
por necesidad. Necesitamos, descansar, delegar, confiar… Necesitamos creer –y
hoy va de citas- que no todo está perdido
que Albert Rivera viene a ofrecer su
corazón. No se puede vivir eternamente en la crítica, no se puede juzgar
sin piedad, no se puede analizar todo con una lupa de aumento; en algún momento
hay que parar porque a lo único que conduce tal agotador ejercicio es a la frustración.
Deben quedar a un lado las imperfecciones, porque hay algo
que en mi opinión, y lo digo con total convencimiento, está por encima de un
programa político o de una medida concreta: Albert Rivera forma parte del
hemisferio de los optimistas. No es ninguna nimiedad que quien aspire a
gobernar este país, o a convertirse en un elemento político clave, lo haga
desde la esperanza; que levante a la gente del sofá, que ponga la maquinaría de
la democracia a funcionar de nuevo, que recuerde a los ciudadanos quién
legitima a quien, pero que lo haga construyendo ilusión. Bastante duro es lo
que hemos vivido, y bastante duro será lo que nos quede por vivir como para
infundir más odio, más rabia y más desesperanza en la población. Hay quien
parece no haberse planteado la herida social que provoca al hacer del enfado su
causa. Afrontar el cambio y el drama con
una sonrisa no es frivolidad, es supervivencia.
Y por último, pero no por ello menos importante, hay que
obviar las imperfecciones porque Ciudadanos merece ser el verdugo del PP.
Podremos proclamarnos conservadores o progresistas, moderados o liberales;
podremos inventar cualquier otro tipo de nomenclatura para que suene mejor en
nuestros oídos, pero la realidad es que siempre ha habido y siempre habrá
personas de derechas y personas de izquierdas. Es una obviedad y una necesidad
–no puede ser de otro modo-, por tanto, dado que aunque a unos y a otros nos
pese, tenemos que convivir con nuestras antípodas políticas, es el momento de
que alguien entre en los aposentos de Rajoy y eche a latigazos a todos aquellos
que han manchado con sus manos corruptas el nombre de la derecha. Es el momento
de que sus fieles votantes les den la espalda y su indiferencia convierta en
cenizas a esas aves de rapiña disfrazadas de gaviotas; devolviéndonos así al
conjunto de los españoles, una ínfima parte de la dignidad que nos han robado.
Es el momento de que Ciudadanos remate la faena, y que la
herida que ya no puede esconder el Partido Popular, sea herida de muerte.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Si te ha gustado este post compártelo en tus redes sociales. Usa el acceso directo del blog para compartir en Twitter, Facebook...