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Hemos cedido parte de nuestro poder a los mercados... Y una vez más, hemos olvidado que somos la parte fundamental, que somos quienes damos sentido al sistema, quienes creamos y legitimamos la riqueza.
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Existe una teoría según la cual,
un individuo puede mostrar su
descontento con las políticas de los distintos gobiernos no votando a ningún
partido político dentro de un determinado territorio, sino desplazándose hacia un territorio diferente cuyas políticas
(sociales o económicas) se ajusten a sus preferencias. Esta teoría es conocida
como la Teoría de Tiebout –a cuyo precursor, Charles Tiebout, debe su nombre- o
la teoría de votar con los pies.
Aunque la historia está llena de demostraciones empíricas que convierte
esta tesis en historias reales –conocidos personajes y luchadores anónimos han
cruzado cientos de fronteras por motivos políticos desde que el mundo es
mundo-, es una práctica de difícil
cumplimiento por motivos logísticos y emocionales. Es preciso que se den situaciones de absoluta
gravedad –guerras, hambrunas, persecuciones políticas…- para que alguien deje
atrás toda su vida para preservar su existencia.
Pero la realidad es que el estado actual de nuestro sistema democrático es muy grave y cada vez más españoles nos debatimos entre la rendición y la resistencia, entre la huida y la
permanencia, entre votar con las manos y votar con los pies.
Al hecho –importante- de que la
mayor parte de las políticas emprendidas por éste y anteriores gobiernos no
satisfacen a casi nadie, se añade el hecho de que los ciudadanos hemos
comenzado a comprobar como nuestros
votos apenas valen calderilla.
Hemos perdido soberanía; hoy importa más lo que digan los mercados
–es ridículo hablar de “mercados” como si fueran personas- que lo que digamos
los ciudadanos. Y si importa menos es por dos motivos: el primero y de difícil
solución en el corto plazo es porque
España debe más de un billón de euros, y quien contrae una deuda, lo que verdaderamente endeuda es su libertad.
El segundo, es que votamos cada cuatro años, y por tanto el poco poder que tenemos lo ejercemos de
pascuas a ramos. Pero éste sí tiene solución, ya lo creo que la tiene.
Hemos cedido parte de nuestro poder a los mercados, a las grandes
corporaciones empresariales, a fondos de inversión, a grupos de presión...
Y una vez más, hemos olvidado que
somos la parte fundamental, que somos
quienes damos sentido al sistema, quienes creamos y legitimamos la riqueza.
No podremos hacer nada contra las presiones del Santander al Gobierno y a
los medios, pero sí podemos ejercer
nuestro poder como clientes, sí podemos, diariamente, decirle a la Señora
Botín cómo queremos que sean las prácticas de su banco; podemos –si nos unimos-
decirle que o dejan de tratar a sus empleados como a siervos o nos llevamos
todos nuestros ahorros a otro banco. Poco podemos influir sobre las decisiones judiciales, pero sí podíamos haberle pedido
amablemente a Telefónica que cesara al
Señor Urdangarín de su puesto retribuido con nuestras llamadas, o que de no
hacerlo íbamos a cambiarnos masivamente
a otra compañía telefónica. Tampoco le hicimos saber a Repsol, a golpe de billetera que es como ellos entiende las
cosas, que no queríamos prospecciones en
nuestras costas; a Endesa e
Iberdrola que somos capaces de hacer una huelga de consumo eléctrico hasta
que ajusten sus obscenos márgenes o al
Ayuntamiento de Madrid que vamos a inundar las calles de paseantes ante
cada nueva subida del metro. Nos han
adormecido y disgregado y para que olvidemos el poder de la colectividad.
Pero es el propio sistema el que nos ha brindado en bandeja de plata la que
puede ser la punta de lanza de un nuevo
concepto de lucha social: internet.
¿Quién podía prever que la
destitución de Jesús Cintora acabara
resultando un fenómeno viral en Twitter
contra Mediaset? Quizá es la comodidad de poder unirnos desde el sofá o
quizá que hemos encontrado otra forma de hacerlo; sea como sea, el hecho
incontestable es que lo que ocurre en las
redes sociales se escucha por empresarios, políticos y periodistas y acaba
teniendo un reflejo –todavía tímido- en la vida real.
El hashtag contra Mediaset y contra sus anunciantes trending
topic durante más de una semana, además de agriarle algún que otro
aperitivo al señor Vasile, avisa a los
herederos de Lara de que no se les pase por la cabeza quitarnos Salvados o
limitar las libertades de su equipo. Lo que comenzó siendo un ciber apoyo a los
trabajadores de Coca Cola a través de la etiqueta #Cocacolaenlucha
ha terminado teniendo reflejo en la vida política: “Si aquí no se fabrica, aquí no se consume”, decía Luis García Montero para anunciar que no habrá Coca Cola en el concierto que
Sabina, Miguel Ríos y otros tantos artistas e intelectuales ofrecerán en apoyo
a su candidatura el próximo 26 de abril. El perdón del Ministro Morenés a
Zaida, la casa para Carmen, el metro de Valencia, el TTIP… Algo ha empezado a cambiar.
Hemos empezado a movernos, pero
esto es sólo el principio, debe ser sólo
el principio de una nueva forma de mostrar y demostrar nuestro poder y nuestras
preferencias, de votar con los pies pero sin irnos de España.
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