En el número 2 de la Rue Victor Hugo de París, en el séptimo
piso, un ejemplar de la primera edición de Cuentos de Eva Luna preside la
biblioteca de Guillaume y Matilde. En él se encontraron y en él se reencuentran
cada vez que se pierden: el uno, la otra,
o lo dos.
Más que por admiración, la llamaron Belinda con el deseo de
que su hija viajara por el mundo dejando una mágica estela a su paso. Pensaron,
que si tejían en ella las asombrosas alas del universo de Isabel Allende conseguirían espantar la vulgaridad de su primogénita.
Pero los días pasaban y a medida que su hija se hacía mujer,
Guillaume y Matilde comprobaban con resignación como su plan naufragaba antes
de salir de puerto. Belinda se convirtió
en una persona normal y corriente con una única extravagancia: portaba unas
enormes alas que no servían para volar pero que lastraban el camino que todavía
no había sido emprendido.
A Belinda le hubiera gustado tener piel de cristal, ojos
transparentes y la llave que abre los sueños. Le hubiera gustado haber podido
honrar a sus padres contando con alguna admirable cualidad que hubiera girado
cabezas y despertado susurros a su paso; pero no portaba aura de magia o
misterio alguno.
Consciente de las pretensiones de sus progenitores y sabedora
de su mediocridad, el día que cumplió dieciocho años decidió que algo tenía que
hacer con aquella insoportable mochila que le habían cargado mucho antes de
llegar a este mundo. Carente de una idea mejor, no supo hacer nada más que lo
que hace la gente vulgar –se reprochó-: imitar.
Llenó una maleta con cientos de mensajes y partió sin
despedirse. Como el personaje que inspiró su nombre iría por el mundo regalando
palabras.
PERDÓN, AMAR, AHORA TÚ,
REDENCIÓN, ACEPTA, DESDÉN, CAOS, IMPROVISA, RABIA, DUDAR, NAUFRAGAR, EL FARO,
LA OSCURIDAD, ERES TÚ, SALTA, RETIRATÉ, PERDONA…
Se despidió de las calles de
París paseando tranquila hasta la Gare de Lyon donde pidió que le diesen un
billete a cualquier lugar con mar.
-Pero sabrá usted donde quiere
ir –le preguntó el expendedor.
-Sí, a cualquier lugar con mar.
Iré donde usted decida que tengo que ir –respondió sin saber muy bien a qué se
debía aquella repentina manera de improvisar.
Subió al tren con la única certeza de que
empezaba un camino desconocido e incierto, pero suyo.
Continuará…(el próximo lunes)
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No te pierdas a partir del próximo lunes el viaje de Belinda. Y recuerda, comparte en tus redes sociales este post e invítales a formar parte de esta aventura.
Como no podía ser de otra manera, la historia tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarEsperaremos la continuación el próximo lunes.
Muchas gracias Paco. Espero que disfrutes con las siguientes entregas; que disfrutes del viaje...
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