Juguemos a un juego. Yo te hago dos preguntas, tú sólo
tienes que responder. Pero para que el juego sea divertido tienes que ser
sincero, muy sincero; o sincera. No te
preocupes, no hace falta que respondas en voz alta, un ligero susurro bastará
siempre y cuando tu corazón alcance a escuchar.
Ahí va la primera: si pudieras vivir una vida de ensueño, si
te dieran una hoja en blanco sobre la que escribir tu presente, ¿a qué lugar
del mundo te irías a vivirla?
Empiezo yo. Yo me iría a París. Si has estado en París me
entenderás. Si no, yo te lo cuento. París es cama para los amantes y refugio para los despechados. Es lienzo y es paisaje.
Es la tinta fresca donde mojan la pluma seca los escritores y es el libro que
aún no se ha escrito. Es pasado y es presente. Es contienda y es conquista.
París es, luz que se abre poderosa a través de las nubes y convierte el gris en
azul.
¿Y el tuyo? ¿Es París? ¿Tarifa? Tal vez el pueblo donde
jugabas de pequeño, San Sebastian, la
casa de tu abuelo, esa masía abandonada que ves cada día de camino al trabajo,
la floristería de la esquina…
No importa el lugar, lo importante es que lo tengamos claro
para poder seguir jugando, para poder pasar a la segunda y última pregunta.
¿A quién te llevarías a vivir contigo a París?
¡Cuidado! Piénsalo bien antes de responder. ¡Es París! Es tu
París. Es tu refugio. Es tu lugar único, la nube a la que vuelas cuando posas
tu cabeza en la almohada cada noche. No habrá otro, ¿dónde soñarás perderte
ahora si esta vez sale mal?
¿En quién has pensado? Él sí, ella sí. Si los has visto en
París contigo sin haber cavilado mucho en ello: es que tienen que estar
contigo. Pero cuidado con el resto; no metas en este vagón imaginario a nadie
por deber. En este viaje no hay sitio para maletas llenas de culpa. No en París, no en el París que te salva
cuando no queda nada más que la esperanza. Quizá no hay sitio para tus padres,
quizá tampoco para tus hijos. Tal vez tampoco para esos amigos que tanto te
ayudaron en el pasado. Podrán ir a verte, pero de visita. Este viaje no
les pertenece, este lugar no les pertenece. Llénales los bolsillos de gratitud por
todo lo que te dieron mientras formaron parte de tus estaciones de paso, pero
déjalos aquí; en su lugar, o en la búsqueda de su lugar -esa es otra batalla,
es su batalla-. En París no debes permitir el paso a nadie que no vea la misma
luz y escuche la misma música; nadie a quien no se le ericen los vellos si al subir
las escaleras del Sacré Coeur un acordeón entona los acordes de La vie en rose;
aunque sea tu padre, aunque sea tu marido, aunque sea tu hija…
Porque París puede ser un lugar o un tiempo. Puede ser el sueño de una vida nueva, el proyecto que llevas años rumiando, el despertar de una pesadilla, la voz del niño al que habías silenciado.
¡Ponlo a salvo de hienas y mercaderes! Es tu tiempo, es tu
rincón en el mundo.
se puede ir sola?? porque a lo mejor no hace falta que te lleves a nadie¡¡ precioso¡¡ soñar así un lunes de septiembre ilumina el alma¡¡
ResponderEliminar¡Por supuesto que se puede ir sola! Es tu viaje, tú mandas, tú decides. La única norma es no cargar con nadie por deber. Un fuerte abrazo y disfruta del día.
EliminarCuando no queda nada más que la esperanza ..... la esperanza de que un día no muy lejano, por fin, llegará el olvido y la indiferencia.
ResponderEliminarSi me lo permites, con el máximo respeto, me gustaría recomendarte un libro: El hombre en busca de sentido, de Victor Frankl. Ya me dirás si lo lees qué te parece. Un saludo.
EliminarGracias por ésta publicación Rodrigo, aunque la leo ahora yo ya estoy haciendo ese viaje anhelado y dejando atrás Muchas cosas que formaron parte de mi pasado. Me hizo regresar al día que dejé mi país por vivir una nueva experiencia en otro país.
ResponderEliminarGracias a ti por compartir tu experiencia y formar parte, así, de la luz de este faro. Enhorabuena por ese viaje que no siempre tenemos la valentía de hacer. Gracias de nuevo. Saludos.
EliminarFantástico como siempre, amigo.
ResponderEliminarHablas de un lugar y de un tiempo que puede ser todos o ninguno, o de este presente ya pasado que desearíamos que se prolongara en el futuro.
Que la luz de tu faro te acompañe siempre, estés donde y con quien estés. Y nosotros que la veamos.
¡Gacias Paco! La luz de este faro la formamos todos, tú también. Gracias por tus palabras que iluminan y guían. ¡Un fuerte abrazo!
Eliminar